El Pintor Casanova.
La última vez que K me hablo, fue para decirme
precisamente que no tenía ganas de hablar. Yo ya sabía que estaba mal de la
cabeza, pero fiel a sus instintos básicos, nunca terminaba por contarme las
cosas y aquel día no fue la excepción. Tuve que quedarme en silencio para no
volver a caer en vergüenza después de todos los caóticos sucesos de los meses y
los años anteriores.
La lluvia arreciaba con fuerza aquella vez en el
Aeropuerto de Bruselas. Me habían dicho que el vuelo se iba a retrasar dos
horas y media y comencé a preguntarme si llegaría a tiempo para la exposición
en la Galería Nacional de Londres. K se había casado con Gordon Ramsay hacía más
de 4 años y siempre me pregunte porque lo había hecho. ¿Era porque dibujaba?
¿Por qué le gustaba que le vomitara mientras estaban ebrios? Preguntas como
esa, nunca me dejaron dormir por las noches. Hoy también me mantenían
despierto.
Yo siempre pensé que los aeropuertos eran sitios
atiborrados de gente. Tan atiborrados como las fétidas ideas que tienen los
políticos y alguno que otro pastor religioso en la cabeza. Hoy, por alguna
extraña razón, la sala de espera 4 enfrente de la puerta 2B, que había sido
recién remodelada, estaba medianamente vacía. Me recline en el asiento,
mientras una mucama-J8, la última versión que había salido de la mano de Exa
Link Technology me ofrecía de la bandeja, unas cuantas revistas para leer,
cigarros y alguno que otro dulce. Introduje en la ranura 8 NABs, para comprar
una edición de “El Pozo”. Una revista particular con las ultimas noticias y
entrevistas sobre el mundo de los deportes electrónicos, tanto en La Tierra
como en Bellburn.
En primera plana, me aparece el rostro de un
ex-compañero mío en los Munchblanks que peleo junto a mí en la recuperación de
la Arcologia de Whitechapel. Es el campeón de la última edición de “Battles of
Zahjon” un popular MOBA que alcanzo gran fama gracias a los circuitos
underground y a su prohibición en algunos cuantos países. Continúo ojeando la
revista, y es lo mismo de siempre.
Dejo la revista en el asiento de al lado, a la espera
de que alguien la lea gratuitamente antes de que venga la mucama y se la lleve
para revenderla de nuevo, como suelen hacer, siempre que alguien las deja en la
basura o por ahí sueltas. Lo que menos me interese es que alguien le de 8
puñeteros NABs a la facción con la que siempre he rivalizado.
Comienzo a quedarme dormido en la silla, y siento que
una mano se posa en mi hombro. La voz del General Livesey, gruesa pero amigable
me indica que el transbordador ha repostado y que el flujo de partículas,
permitirá que nos vayamos antes de lo esperado.
Ya En el vuelo, noto que no viaja casi nadie salvo por
unas cuantas mujeres pertenecientes a La Hermandad Dionisiaca que como siempre,
miran a los incautos con cierto tinte lujurioso por el que nunca me he dejado
llevar. (Y mucho menos me dejaría llevar por la lujuria a casi 5000 pies de
altura) Por alguna extraña razón, al General
Livesey le encantan los vuelos de clase particular. Jamás, desde que me
separe de los Munchblanks he tenido la oportunidad de usar los aviones y los
transbordadores oficiales de la Real Des-Armada de Bellburn. Livesey siempre
dijo que era por mi seguridad.
Comienzo a dormirme de nuevo en el asiento Sparcrow
del transbordador, intento despejar mi cabeza lo más rápido posible para no tener
problemas más adelante, sorteando la seguridad de la Galeria. Intentando
repasar lo ya planeado. Unas cuantas risas de las Hermanas Dionisiacas me van
arrullando, pero mis 20 segundos de sueño, se ven interrumpidos por mi
compañero de viaje: “¿Se encuentra bien, Blaylock? Le noto cansado y perdido.”
Intento parecer lo más sereno posible ante la
importuna pregunta. “No señor. Es solo que, usted lo sabe… No esperaba que mi
objetivo esta vez fuera el esposo de…”
Livesey nota la intranquilidad en mi voz. “Lo entiendo. Son reglas de la
Des-Armada. No puedo hacer mucho. Hemos querido contratarlo a usted porque
usted lo conoce personalmente. Tengo varias nociones de quien es Gordon Ramsay,
pero he pensado que a lo mejor, y mientras aterrizamos en Londres usted pueda
darme una mejor explicación”
No sé ni siquiera por dónde empezar.
Me enerva la sangre el hecho de que deba hablar sobre la mujer a quien siempre
quise. Y sobre el idiota con el que está ahora.
Gordon Ramsay y K se conocieron…
No. No recuerdo como ni donde se conocieron. Empezar por ahí sería inútil. Comienzo explicándole al general Livesey que
Gordon Ramsay y K se juntaron una vez hacia muchísimo tiempo, cuando yo estaba
detrás de K. En ese entonces yo era un pobre idiota sacado de un suburbio de
Manchester y ella toda una princesa de las altas estirpes de Paris. Charlábamos
sobre muchas cosas y una vez que profese una profunda conexión por ella, me
dijo que no me podía ofrecer nada por la
distancia, y medio lo comprendí. Al poco tiempo, estaba con Gordon
Ramsay.
Gordon Ramsay era un pintor de medio pelo, de barba y anteojos redondos de
pasta y ante todo, un patán. Se decía que sería el próximo John Lasseter. Que
sus animaciones y sus pinturas iban mucho más allá de lo convencional y se
alejaban de lo estético y de los cánones. Todo era basura. Nunca supe que le
vio K a aquel energúmeno. Mi única arma, contra aquel zopenco y charlatán,
siempre fueron mis escritos y mi honestidad. Nunca cruzamos palabra, pero eran
mis armas para intentar retener a K. Era como hacerla elegir entre que secuestrador
le perturbaba menos. Yo comprendí que K me había mentido, meses después de que
hubieran terminado. Cuando publique mis primeros 8 cuentos como escritor
aficionado, K me había mandado una carta diciéndome que le habían encantado. Y
yo, como un tonto, había vuelto a correr detrás de ella. En cuanto me confesé
de nuevo, desaparecí de mis nodos de comunicación, y mientras yo me había ido, aún
seguía hablando con él, reaccionando a cada estupidez de ese holgazán. Al
volver, mientras más intentaba hablarle, mas reacia se mostraba para conmigo.
Supe entonces que algo había roto entre nosotros y que nunca volveríamos a
vernos, hasta hoy.
Gordon Ramsay, el esposo de K, era mi
objetivo, porque se decía que había estado usando su fama como pintor y
animador 3D, para arreglar una serie de fiestas psicodélicas con AUM, una
potente combinación entre Heroína, THC, cocaína y LSD, el cual era vendido en
los antros a 70 NABs la pieza. Él se quedaba con el 10 por ciento de las ventas
y el resto iba para los Krugen, la famosa mafia que controlaba casi todos los
bares y sitios más famosos de Picadilly Circus. Todos sabían que los Krugen le
ofrecían seguridad a Exa Link Technology y que si se la ofrecían a ellos, muy
probablemente uno de sus mejores “animadores” tendría una seguridad igual, sin
embargo esta noche, al tratarse de una ocasión especial, Livesey me aviso que
se había despojado de casi toda su seguridad personal, al tratarse de una
fiesta privada y que lo único con lo que contaba, era con los propios drones de
seguridad del interior del edificio.
A medida que nos acercábamos a la Galería,
subidos a bordo de un Beetle Wilhelm, aquella réplica del Wolkswagen de los
años 60’s, mi mente se nublo con
imágenes muy precisas de K, como si hubiesen sido inoculadas en el único
espacio de paz mental que tenía en mi cerebro, tuve ganas de vomitar y las náuseas
comenzaban a apoderarse de cada uno de mis neuro-transmisores. Sabía que no estaba
bien psicológicamente, pero nunca se lo dije a Livesey. Esto no se trataba de
justicia ni de venganza para mí, sino de castigo.
Ramsay, exponía su último trabajo,
sobre los exo-esqueletos de los peces, en la Galeria Nacional de Londres. Todo
un performance con luces, lasers, hologramas e incluso experimentos de mutación
que había hecho a través de una técnica suya conocida como bio-pintura. Mis
poemas y mis retahílas filosóficas, nunca podrían contra eso. K me lo había
dejado claro hacia mucho, de manera sutil, con su silencio, un silencio que yo
intente comprar con más de mis escritos y sin embargo, me fue imposible.
El Beetle con puertas aislantes,
aparcó por la parte trasera de la galería. Livesey me había explicado que la
exposición se llevaría a cabo en la Sunley Room.
“Es justo en el centro de todo. Sabes
mejor que nadie que Ramsay adora tener invitados importantes, y por supuesto,
llamar la atención. Si entras por el techo, a lo mejor y no te vea nadie, pero
eso sería apelar a las milenarias tácticas árabes, claro está. ¿Cómo lo ve
usted, Blaylock?”
No quise responderle. Pero el ademan de regresar al coche, fue lo bastante
sorpresivo como para perturbar a Livesey a quien no le di tiempo de que me
dijera algo: “Suba de nuevo, entrare por el frente. No he venido a hacer un
cosplay de esos imbéciles de Alamut.”
Puedo asegurar que a Livesey, se le cayó el alma a los pies, en aquel instante.
Lo supe por la manera en que me miraba y me escudriñaba con sus verdes ojos
como si no tuviera ni idea de a quien tenía enfrente. “¿¡Como!? ¡Pero si lo van
a ver todos!”
Comprendí que Livesey no subiría al coche, y que el piloto automático, al estar
programado tampoco le daría vuelta al edificio. Cerré de un portazo mientras
enfile la esquina para dirigirme rumbo hacia la entrada. En cuanto di el primer
paso le espete al General. “No lo harán. Jamás han visto un corazón de hielo
latir.”
Entre por el pórtico principal y distinguí las escaleras hacia el sótano que
llevaba a los bares, a la sala de conferencias y a los comedores. Puse la
tarjeta de agente especial de la RDB y la compuerta se abrió de inmediato tras
reconocer la figura de autoridad latente que buscaba abrirse paso lo más rápido
posible.
Las luces tenues y apagadas para no
dañar las pinturas con el juego de lasers que el indolente de Gordon Ramsay
había montado, me dieron la sensación de que estaba en terreno desconocido. Dos
TF-28 de máxima seguridad me salieron al paso tras ver detrás de mí la cantidad
de gente con cascos de realidad virtual Wilheim disfrutando de la experiencia
como si fuesen zombies buscando masa cerebral:
“¿Disculpe, tiene usted invitación?” trono la vocecilla robótica.
La calma ya no era una opción.
Desenfunde el halcón de hielo y fuego y dispare un rayo de fuego rojo que
carbonizo al primer robot, y en cuanto el segundo quiso lanzarme un Gamma de
inmovilización, lo esquive al último instante para dispararle un rayo de fuego
azul que congeló a mi objetivo. Hale el percutor del arma hacia atrás, y el
hielo estalló con un estruendo que hizo que toda la sala se quitara los cascos
para verificar de donde había salido el ruido.
En cuanto divisaron mi figura a la
entrada del Sunley Room, El gaban largo con la insignia de la RDB y el arma aun
cargada y echando humo tras mis actos cometidos, el reguero de petimetres y
aduladores fanáticos del gandul que tenían por dios, se fueron abriendo paso
mientras señalaba con mi arma, al hombre que me había quitado todo lo que
alguna vez anhelé.
“GORDON RAMSAY! TE HABLO A TI, CERDO PUSILANIME!”
La voz me salió sola al igual que las lágrimas de furia y de desesperación
contenidas a lo largo de 5 años. La reverberación de la sala, las luces
oscuras, y el sonido proveniente de los altavoces de una agrupación de Post
Punk de la ciudad llamada Kreeps, para quienes Ramsay había hecho la portada de
su segundo álbum de estudio, aumentó
todavía más la sensación de ultratumba de aquel lugar. Sentí que podía
derrumbarlo hasta sus cimientos con mis propias manos gracias a la rabia que
comenzaba a acumularse dentro de mí.
De uno de los laterales del salón, la
figura de K lanzó un grito ahogado y sus ojos parecían estar a punto de llorar
ante el inminente regreso que nunca esperó presenciar. Ramsay, impávido y pálido
ante la llegada de mi misteriosa persona, no fue capaz de mover ni un solo
musculo. Disfrute de aquella imagen como un niño pequeño disfrutando un
caramelo.
No pronuncie palabra alguna. Mi mano
se deslizo hacia el gatillo y sentí que el tiempo se detenía a medida que la
gente intentaba correr desesperada hacia la salida, todavía incapaces de
comprender lo que estaba a punto de suceder, dejando a K, sola e insegura,
presa de la timidez, la ternura y la inocencia que alguna vez me habían
enamorado, y también a medida que comenzaban a aparecer los drones de seguridad
que habían reemplazado al cuerpo de vigilancia de la Galeria desde hacía más de
15 años.
El primer rayo azul lo inmovilizo
dejándolo quieto en una pose de súplica y clemencia, la cual aún puedo
vislumbrar con perfecta exactitud siempre que viajo a ese momento. Me tome unos
segundos para mirar a K. Quise ver el dolor en su mirada, pero no encontré
atisbo alguno. Por alguna extraña razón, no encontraba la sensación que quería
encontrar, sino un sentimiento de paz, como si le estuviera quitando un gran
peso de encima. Sin embargo, la falsedad de aquel sentimiento de calma era
evidente y yo sabía que lloraría horas y meses enteros por mi culpa tiempo después.
Siempre supe que nunca me había querido. Siempre supe que estaba solo…
El segundo rayo rojo, hizo explotar el hielo, y con él, se hizo trizas el
cuerpo de Gordon Ramsay que desapareció para siempre de la faz de la tierra y
del hiperespacio.
Allí, En mitad de la Sunley Room, deje al gran amor de mi vida, arrodillada y
tirada en el suelo, en la gran mancha dejada tras la macabra desintegración del
cuerpo de su señor esposo, incapaz de entender la situación, con la misma
incertidumbre con la que me había dejado tiempo atrás tras años de cortejo y
cursilerías de mi parte. No fui capaz de voltearla a mirar. Comencé a marchar a
paso lento hacia la salida, mientras los drones de seguridad del edificio se
alejaban antes de buscar como darme de baja, tras haber sido alertados de la
identidad de mi persona.
En cuanto salí de la galería, hacia la intemperie, hacia la luz refractante de más
drones del Servicio Secreto Londinense y hacia las sirenas de los Lamborghini
Aventador modificados de la RDB, toda la ciudad, y en especial sus bares y el London Eye, me sonrieron de
frente como si alabaran mi acto. Como si supieran lo que había hecho.
Livesey había desaparecido ante mi insolente actitud, pero con la seguridad
plena de que había hecho un buen trabajo. Era casi siempre mi manera de ser con
él y nunca lo había lamentado, hasta aquel día, en tanto que había dejado que
mis mas oscuros recuerdos se apoderaran de mi persona, al fin y al cabo, me había rebelado contra K, contra mi pasado.
Al mirar el cielo lleno de Chevrolets
con termo-impulsores sobrevolando sin chocarse, como un banco de peces nadando
a la perfección, y más atrás de ellos la infinidad del cosmos, supe entonces
que estaba teniendo la mejor de mis noches, desde hacía muchísimos años.


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