La Pequeña De 7 Años.
- ¿No vas a explorar el terreno primero?
- No.
En cuanto me apeé del Star-24 asignado para la misión supe
que cualquiera de mis infortunios se había terminado. Por lo menos en lo que
respectaba al viaje. Llegar hasta aquí y ver el cuerpo de aquella niña de 7
años lastimado y magullado, por un momento me hizo pensar que la nave surcando
el cielo y pasando por encima de las ruinas de la Arcologia de Bellburn, ya
destrozadas tras otro de los movimientos de ExaLink Technology me habían
zumbado los oídos. Tanto que me hacían recordar porque era que pensaba, hasta
hace unos meses que esta ciudad seguía sin tener futuro.
Pensé en Rapture. Pensé en Cerberus. En aquel instante pensé
en muchas referencias de cuando era niño. Ninguna de ellas me servía para
desentrañar mis pensamientos y el misterio que representaba el ver otro cuerpo
de otra mujer congelado como aquel.
Mi compañero de viaje León Sharpey comenzó a examinar aquel
cuerpo tal cual lo habíamos hecho el otro día con el Transmutador de Partículas.
Una bocina paso rondando y al reconocer las placas, saludo cortésmente con un
“buenos días, dignos oficiales del saber y la justicia.” La bocina iluminó
nuestras caras, mientras registraba nuestra identidad. León le devolvió el
saludo con un ademan y la bocina siguió su camino surcando las calles de
Bellburn mientras expulsaba una tonada de un grupo llamado Smashing Pumpkins,
del cual nunca había oído hablar, pero cuyo nombre se mostraba proyectado en el
lente-marquesina del aparato.
León me hizo una seña para que me acercara al cuerpo.
-
¿Ves las marcas? Congelaron el cuerpo y después
lo comprimieron. Tuvo que ser ExaLink, esta vez.
-
Yo no me atrevería a dar una conclusión tan
apresurada. Los conozco bien desde que estaba con Los Munchblanks. La última
vez que logramos registrar la base de datos no encontramos nada que sonara lógico.
Ya sé que tienen tecnología, pero solo se me ocurre un arma similar que pueda
hacer esta clase de cosas. De congelar un cuerpo, comprimir el hielo, hacerlo
explotar y dejar el cuerpo intacto.
-
Te refieres a...
-
Si, un Polar Fox AZ.
-
Si no fue ExaLink... ¿Habrán rentado el arma?
-
Hasta donde tengo entendido, a ExaLink no le
interesa matar pequeñas. ¿Cuántos años dices que tenía?
-
Tenía 7, Robert. 7 jodidos años. Ni el
transmutador de Particulas es tan limpio.
León tenía razón esta vez. No encontraba manera de
discutirle. Comencé a caminar por la escena del crimen, observando las luces,
mirando de vez en cuando el Transmutador que se alzaba allí en el cielo
mostrado. Un día de estos aquella carcacha iba a cobrar vida propia con algún
chip o algún artilugio y nos iba a calcinar a todos. Es de esas cosas que
presientes pero que no sabes cuándo van a suceder. Encendí un Marlboro mientras
mi procesador (si es que eso era mi cerebro) daba con la solución.
La protesta de Sharpey no se hizo esperar.
-
¿Todavía fabrican esa basura?
Le mire confundido y acongojado. Siempre me
habían gustado aquellos cigarros.
-
Un pequeño encargo que hice. Un regalo de
despedida de los Munchblanks cuando me fui. Creo que tengo una idea. Deberíamos
llevar el cuerpo con “El Químico”. Nos dirá si son efectivamente marcas de
Polar Fox o si estamos tan equivocados.
Echamos el cuerpo en el repositorio de la Star y la nave ascendió
bruscamente. León le aviso hacia donde íbamos por el Telepat-K. Y otro viaje había
empezado. Comenzamos a surfear todo Bellburn hasta llegar al otro lado. Aviste
varias entradas del subterráneo, El Complejo Industrial Mattix-Unon, la fábrica
de naves de Gordina-Mei...
Habían
sido muchísimas veces las que había recorrido esta ciudad cuando estaba de
servicio, y sin embargo siempre me parecía una completa desconocida. Miraba por
la ventanilla como el Transmutador de Particulas convertía el Berilio en agua
fresca de lluvia y rociaba la ciudad cuando la voz de mi acompañante me despertó
de mi disertación sobresaltado.
-
¿En quién piensas?
-
En K.
Nunca llegue a conocerla del todo. A veces me recuerda un poco a esta ciudad.
Tampoco la he conocido como debería.
-
¿Has probado con Prozium?
-
Si. No solo me provoca arcadas el sabor amargo.
Tampoco me ha servido de mucho.
-
Intenta con dosis más altas ¿un trago morado
cuando terminemos?
-
De acuerdo. Pero solo uno.
Leon me esbozo una pequeña sonrisa. Le pidió
más velocidad a la nave con un comando y llegamos al edificio de El Químico en
menos de 15 minutos.
Estaba sentado bebiendo vino barato de una
caja en su portal cuando la Star hizo un descenso suave hasta posarse al lado
de la calle y saco de la chistera la rampa de descenso, por la que hizo rodar
el objeto que teníamos en el maletero. La automatización lo hacia todo más
sencillo, pero también más detestable.
El Químico nos miró sorprendidos como si le
hubiéramos soltado 3 disparos de Bubble Gun a los pies.
-
¡Por los trazos de Pollock! ¡¿Porque me traen un
fiambre a estas horas del día?!
Antes de que León pudiera contestarle algo
que hiriera los sentimientos del anciano, decidí responderle yo con un aire de
calma, para intentar bajar la tensión.
-
Andrew, te juro que si fuera por mí ni siquiera habría
aceptado la misión. Sabes que corren tiempos oscuros, como siempre. Y que
ExaLink Technology no descansa. Mucho menos para congelar un cuerpo.
Andrew me miró fijamente con la mirada más
triste que nunca había visto en aquellos ojos de 105 años. Su mano metálica abrió la bolsa cuidadosamente
y en cuanto sus pupilas dibujaron las mismas marcas que habíamos visto y lanzo
un grito ahogado. El viejo nos hizo dar a entender una cosa de la que ahora que
lo pienso bien, no sé si logre perdonarme o si logre arrepentirme.
-
¿Saben qué clase de arma hizo estas marcas, ¿verdad?
Tanto León como yo, negamos con la cabeza y
le miramos buscando una respuesta.
-
Intentamos deducirlo. Pero era mejor traerlo en
manos de un experto. Si fuera una mujer mayor se vería claramente pero aquí no
es posible observarlo con claridad. Es una pequeña de 7 años, por lo que leímos
en el informe.
Andrew Clarkman Stevenson nos miró como si hubiera recordado
la vez que le arrancaron su brazo izquierdo y fue condenado a usar el brazo del
cyborg que tanto había estado intentando reparar. Aquel fue el día en el que comprendió
que en lugar de repararlo iba a tener que ser su persona, el propio Cyborg. Según
el, aun mantenía las partes restantes adentro de aquella casa, esperando a ser
puestas en su cuerpo.
-
¿ExaLink Technology cometiendo feminicidios?
Imposible...
Su mirada paso automáticamente de la sorpresa a la duda.
-
¿No fue esta la niña perdida que habían raptado
desde hace 3 semanas?
-
Si, la misma.
León se sentó en el pórtico del anciano mientras llevábamos
el cuerpo (o más bien, lo que quedaba de él) a la parte de atrás. Mientras le
explicaba al anciano como habíamos encontrado aquella criatura, recordé lo que había
leído en uno de los correos anónimos que me llegaban todos los lunes a las 9 de
la mañana como si hubieran sido destinados para mí. El correo decía:
“El neologismo "feminicidio" hace
referencia a un homicidio perpetrado contra un individuo de sexo femenino
siendo su causa eficiente el sexo de la víctima, es decir, que su victimario le
ciega la vida por el mero hecho de ser mujer. Ciertos teóricos del Feminismo
aseveran que esto es solo una manifestación más de una arraigada cultura de
odio hacia la mujer que se materializa a través de hechos como los
"micromachismos", la disparidad laboral y salarial o los "roles
de género". Lo cierto es que los feminicidios no existen y es fácil de
comprobar; Si por ser mujer es que el "feminicida"
elige a sus víctimas, estas no serían necesariamente personas allegadas a él,
como típicamente ocurre y de lo cual se puede deducir que muchos de los
"feminicidios" en realidad son crímenes pasionales, venganzas y
ajustes de cuentas, situación que no es exclusiva de parejas heterosexuales.
Del mismo modo, un asesinato por tal razón, pero sin vínculos afectivos o
familiares de por medio, no vendría seguido del hurto de pertenencias, en el
caso de un asalto, o de un secuestro a cambio de un pago, los cuales son
algunos de los móviles más frecuentes. Es más que obvio que el motivo no es el
causarle daño o matar a esas mujeres por ser mujeres. Y es tan o más evidente
el hecho de que, con esto, las rabiosas voces feministas no buscan justicia
sino ensañarse con los varones como consecuencia de ese profundo resentimiento
que obnubila su capacidad para razonar y las conmina a obrar tan lamentablemente.
El que busquen crear un agravante para jurídica e ilegítimamente socavar los
derechos del imputado, ya sea a través de prolongar la pena por la causal del
"feminicidio" o tratando de suprimir el principio de presunción de
inocencia, permite vislumbrar las verdaderas intenciones detrás de la
insistente propaganda victimista. Al homicida, al maltratador, al asaltante, al
secuestrador y a cualquier otro infractor de la ley y los derechos
individuales, se le tiene que castigar con severidad, no por su sexo o el de su
víctima, sino por el acto cometido.
En casos como los mencionados y en otros en donde
la víctima mortal es una mujer, estos infames personajes buscan a toda costa
que el neologismo "feminicidio" resalte y se imponga, no porque eso
sea lo que haya sucedido, sino porque es lo que les conviene en su camino hacia
la expansión de su propaganda ideológica. Les es más efectivo apelar al aspecto
más emocional y menos racional de la gente para ganar adeptos, pues saben que,
mediante el uso de la razón y la lógica, su retórica hace agua.”
Desde que había leído aquel correo, mis sentimientos por K habían
ido de más a menos y dentro de mi comenzaba a generarse una especie de misantropía
generalizada. K probablemente se había convertido en una de ellas. Sus ganas de
cambiar al mundo y de creer que podía ilusionar, querer e irse así sin más.
Aquello fue lo que mato mi pasión. Ella nunca había sido progresista. Pero si
me constaba que era una mujer sensible, al igual que yo. Jamás volví a mirar
con los mismos ojos aquel cuerpo que no logre abrazar ni una sola vez. Ni
tampoco volví a mirar sus fotografías. Si algo me importaba poco ahora mismo,
eran las mismas vidas que circulaban a mi alrededor. Ese siempre había sido mi
problema con esta ciudad. Todos me guardaban respeto, admiración...
¿Pero cómo resguardas esos atributos en un planeta cuya atmosfera se supone que
te otorga el 100% de tu capacidad cerebral? Peor aún ¿realmente sentía eso por mí,
la gente de este lugar? Mis emociones cada vez me bloqueaban más. Sharpey tenía
razón. Lo que yo necesitaba era un trago de Prozium. Quizás, ni siquiera iba a
necesitar un trago, sino toda la botella entera. No quería recordarla ni a
ella, ni a nadie, ni siquiera a mí mismo. Ni siquiera este caso, que se suponía
sería el ultimo de todos.
Examinábamos el tejido celular de aquel cuerpo que yacía en
el camastro medico Medik-10. Siempre me pregunte como hacia El Químico, para
conseguir sus cosas sabiendo que nunca trabajaba formalmente en algún centro médico.
Su relación con la medicina era como la mía con los Munchblanks. Y quizás por
ello me guardaba también al igual que todos, aprecio, admiración y
respeto. Atributos que quizás, ambos perderíamos
con el tiempo. Aunque a él, gracias a su avanzada edad ya no le quedaba nada
que perder. No tenía amigos, ni familia.
Siempre sentí su soledad cercana a la mía. Y empecé a
comprender que era la misma soledad de la pequeña que teníamos enfrente. El
anciano no hacía más que explicarme lo que ya intuía. Que la pequeña tenía
marcas de agresión sexual y que luego, la habían congelado con un Polar Fox.
Dentro del bloque de hielo, el cuerpo se había comprimido hasta que hacían
estallar el hielo con otro disparo.
-
¿Entiendes ahora? Esa cosa no te mata, así como así, Blaylock.
Te mueres congelado adentro del bloque. El hielo estalla con el disparo
alternativo del mismo objeto, es ridículo.
-
Has dicho que fue ExaLink, ¿por qué?
-
Piénsalo Blaylock. Vivimos en una minarquia liberal.
Combinamos el capitalismo Lassez-Faire con un colectivismo agresivo digno de un
socialismo libertario. Nuestro jefe, nuestro estado, es el aparato que
transforma los metales. Ese mismo que recubre la ciudad. Y al mismo tiempo
recolectamos pensamientos, objetos, refranes, lenguaje, comida, bebida, todo
para nosotros. En este sitio nada es logico. Todo aquí es un silogismo. ¿Te has
preguntado porque nuestra bandera es de ese color? ¿Porque nuestra configuración
de estado no tiene ninguna representación salvo su propia existencia? Pues yo
si lo sé. ¡Nos debemos al transmutador! Y al mismo tiempo, a nosotros mismos. ¡Eso
no tiene lógica alguna! El día en que los humanos de la tierra descubran que su
conciencia colectiva es un engaño, así como también lo es su individualismo ese
día tendrán derecho a vivir aquí. Lo curioso no es como la tierra está hecha
una pocilga llena de mutantes después de lo que sucedió en La Carrera por el
Poder. Lo curioso es que aquí no haya nada de eso, estando esa cosa.
El viejo señalo el cielo y yo me quede absorto. Era obvio
que se refería al Transmutador de Particulas.
Ser grosero poco me importaba. El cansancio y el desasosiego
me impedían estar de pie o razonar con claridad. Si me frotaba las manos
ansiosamente, o comenzaba a hacer cualquier gesto nervioso, el viejo advertiría
que mi mayor deseo era no estar allí. Aquella era mi oportunidad para disfrazar
las cosas. Decidí espetarle mirándole a los ojos:
-
Yo no he venido aquí para ser insultado ni para
ser sermoneado. Dime, ¿Fueron marcas de Polar Fox AB?, ¿sí o no?
-
Si. Y no te preocupes por el fiambre. Puedes dejármelo
para ver qué puedo hacer con las piezas de atrás.
-
¿No le iras a poner los pies de ese trasto y
hacerla caminar como un zombie o sí?
-
¡Pues claro! ¡El cuerpo humano está allí para
ser un mero experimento de sí mismo! La Segunda Guerra Mundial fue un
experimento político, la Carrera Contra El Poder fue uno biológico y esta
ciudad de mierda es uno social. ¿Como no voy a empotrarle el pie de un cyborg a
algo que ya ni siquiera respira?
-
Maldito viejo loco. ¿Te he dicho ya que no seguiría
viniendo aquí si no fuera por las veces que me salvaste la vida?
-
No tengo Alzheimer, Robert. Se bien que fueron más
de 7. Incluyendo una donde casi se llevan al General Livesey por delante.
Estábamos todavía en medio de nuestra discusión cuando
escuchamos una explosión que debió haber sucedido a unos 20 kilómetros de
nosotros. Salimos al pórtico y León estaba comiendo un Sándwich y una Pepsi
Blue que había encargado en el repositorio de refrigerios de la Star-24. Sonrió
como un niño al ver la trayectoria de los misiles punto a punto como si se
hubiesen tratado de fuegos artificiales. La otra explosión sonó segundos más
tarde. La segunda explosión había sonado al sur. Si al norte estaba la
Arcologia y el Complejo Industrial eso solo significaba una cosa: Que habían
lanzado los misiles al sitio donde nos encontrábamos mi compañero y yo hacía
casi hora y media.
El anciano se quitó su bata blanca, y levanto el cartón de
vino del suelo. Dejo entrever una camiseta de Def Leppard. Otro grupo del que jamás
había oído hablar. Por lo que supe después, eran grupos de hacía por lo menos,
siglo y medio. Mientras admiraba aquella camiseta y el grupo saltando en el
escenario, las luces y toda la parafernalia, la voz del viejo carraspeo a mi
lado mientras me pasaba el cartón de vino. Si había una mezcla parecida o igual
de peligrosa a la del alcohol y la cocaína rosada, era la del Prozium y el
vino. Mientras el líquido carmesí, bajaba por mi garganta, pensé en el cuerpo
que estaba en el trasfondo de aquella casa y en como hubiera podido evitarlo.
Mi compañero degustaba su Sándwich mientras su mirada perdida en el humo de los
misiles y su dirección lo hacían sonreír mientras agitaba su cabeza en señal de
admiración.
Poca fue la admiración que sentí cuando Andrew Clarkman
Stevenson, me agarro por los hombros y me guiño un ojo mientras dejaba claro
que sería como un padre para mí. Jamás olvidare aquella sonrisa de 105 años que
me dijo esa tarde:
-
Fueron 15 veces en que te salve la vida... Y con
esta ya son 16.
Ahora ya no llovía Berilio. Llovía Jade. Las bocinas de
Bellburn comenzaron a tronar la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak mientras el
anciano se reía a carcajadas tras lo recitado. Era tiempo de cosecha. Tiempo de
volver a comenzar.


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